Esta exposición llega en un momento en que la ilustración chilena, histórica y presente, comienza a ser reconocida como parte fundamental de la cultura de nuestro país, con raíces que se hunden profundamente en la rica tradición gráfica nacional. Sin embargo, durante décadas se ha desconocido su vinculación con la producción artística, como si la ilustración y el arte fueran expresiones que corren por cursos independientes.
La realidad ha sido muy distinta. En este amplio panorama de creadores que transitaron entre la academia y el kiosco, la figura de Nemesio Antúnez sobresale. Sus trabajos como ilustrador profesional se remontan a los años cuarenta, cuando aún siendo estudiante de Arquitectura colaboró con Benjamín Subercaseaux en el libro Chile, o una loca geografía. Ya en esa primera experiencia queda trazada la manera en que Antúnez se enfrentará al ejercicio de ilustrar: sin afanes explicativos, sin necesidad de adaptar su trazo ni someterse a un discurso que no le sea propio, creando atmósferas y abriendo caminos insospechados en las páginas. Lo que propone es un diálogo entre autores, un texto visual que debe ser leído con la misma atención que el texto escrito.
La prolífica obra de Antúnez como ilustrador está lejos de ser esporádica o circunscrita a una etapa de su vida. Fue una labor permanente, que lo llevó a trabajar en diversas editoriales y formatos, que van desde portadas a afiches, de discos a catálogos, ilustraciones para revistas y periódicos, y a aportar en innumerables campañas de difusión cultural y sensibilización sobre los derechos humanos en Chile. Su producción se ve unificada no solo por su firma, un rasgo importante en una industria editorial que tiende al anonimato, sino también por temáticas, búsquedas plásticas y experimentaciones técnicas.
La ilustración debe considerarse entonces como parte sustantiva del universo creativo de Antúnez. Pero también como uno de los medios que utilizó para democratizar y llevar a cada rincón de Chile el Arte, así con mayúsculas. Para un artista que resignificó la capacidad multiplicadora del grabado, que abrió las colecciones de los museos, que utilizó la radio y la televisión para instalar en las casas el asombro y la reflexión, que hizo de las aulas y talleres un lugar para vivir la experiencia creadora, un libro con un tiraje de 5 mil ejemplares, un afiche que cubre los muros de la ciudad, un catálogo masivo que trasciende gracias a la fuerza de su diseño o un disco que lleva de contrabando una imagen esperanzadora son nuevas maneras de repetir una y otra vez el mensaje que guió su vida: el arte es para todas y todos.
Claudio Aguilera Álvarez, curador
Sobre el artista